martes, 23 de junio de 2015

La homosexualidad no es natural

 No me maten señorxs. Dejen que me explique.

 Llevo mucho tiempo leyendo comparaciones humano/animal, animal/humano y, aunque no soy quién para opinar: ni médico, ni sabio, ni creyente, ni biólogo, ni orador, ni antropólogo, ni estudioso del tema, no, no estoy de acuerdo con muchos conceptos.

 Sí, según teorías evolutivas (en las que de algún modo, confío), el ser humano, es un animal más que procede de antepasados comunes con el resto.
 Pero, los (mal) llamados “defensores activistas” usan conceptos erróneos como que la homosexualidad es un hecho que se da en la mayoría de las especies animales, no sólo en la humana.
 Personalmente, me parece un error notable que se den como iguales, sentimientos entre animales y humanos. (Ojo, no digo que los animales –no humanos- no tengan derechos y no deban ser protegidos)
 Nos hacen flaco favor comentarios sobre cómo especies animales como chimpancés o lobos mantienen relaciones homosexuales cuando el motivo es distinto.

 En el caso de los chimpancés, las relaciones sexuales (en las que pueden darse hasta tríos (o más, ya ves tú, qué morbosos…), mantener relaciones entre todos los miembros, sin distinción de sexo (aunque especialmente entre las hembras), es una simple forma de mantener una unión social. De mantener un grupo unido. Estrechar lazos.
 Creo que en la mayoría de las sociedades generadas por el ser humano, esta situación vendría a ser un grupo de “enfermos sin ética ni moral, depravados (que se lo pasarían de puta madre y que no ensuciarían tanto una verdad tan natural como el sexo)”.

 Luego están los lobos.
 Una de mis especies favoritas juega a algo que a mí, personalmente, me encanta, “la erótica del poder”.
 Me explico:
 Cuando en una jauría de lobos (una sociedad con sus élites) llega un nuevo macho que se convierte en alfa (digamos el líder), el resto de individuos de dicha sociedad se dejan “sodomizar” para demostrar que son sumisos y seguirán órdenes del alfa.

 No sé, queridos amargados, si os imagináis al presidente de vuestro país, sodomizándoos y pese a que el de mi país, no hace más que dar por culo, es algo teórico, nunca llevado a la praxis (por suerte).

 No, no soy biólogo, ni hago estudios (doctorales) de sociedades no humanas y sus símiles antropológicos, pero si a vosotras, amargadas con hijos, os arrebataran a vuestras crías y las asesinaran cruelmente ¿volveríais a entrar en celo?
 Sí, suena machista, pero en el caso de los elefantes marinos, focas (y otras especies) ocurre así.

 La naturaleza es cruel y tierna a la vez, y el ser humano ha conseguido alejarse un poco de lo que debiera ser de manera natural.
 Nuestra evolución (o en sus vertientes creacionistas, nuestra creación) dio lugar a una nueva capa cerebral, el neo córtex. Esta capa, que se encuentra en pocas especies animales (incluyéndonos). Es aquella capaz de hacer que acaparemos sentimientos, no sólo por supervivencia, si no por placer hedonista, amor o cariño.
 El instinto se modifica en ella.
 Es la versión 3.0 del paleo córtex, la capa más primitiva del ser humano. Aquella que nos dota de los instintos de reproducción, alimentación y protección para la supervivencia de la especie y que por tanto, siendo modificada (con este “neoparche”) hace que dejemos de ser tan animales y seamos más humanos.
  
 Este hecho, se cree (al parecer y según estudios ajenos a mi) que se da en otras especies animales que también son capaces de sentir placer y divertirse por hedonismo, por placer (válgame la redundancia) cómo delfines.

 Lo sé, la teoría está ahí. 
 El ser humano debiera atender más a razones y menos a instintos. Pero no digo que seamos la panacea de la perfección, sólo que no creo que debiéramos compararnos con animales cuando hablamos con seriedad o queremos defender un hecho.

 Y, puesto que el título tiene serios errores de conceptualización acabaré dando a entender dos pensamientos:
1.    La naturaleza y la normalidad, no implican que haya bondad.

2.    Que el ser humano, se distinga de otros animales no implica que no sea natural. Y lo normal y lo natural, también puede ser homosexual.

viernes, 14 de junio de 2013

Cuando se apaga.

 No se sabe cómo pero de un minuto a otro nuestro mundo (el que creemos nuestro) se trastoca y deja de ser lo que conocíamos, con lo que hemos crecido.
 Ganamos y perdemos en sólo una milésima, a veces al accionar la palanca aparecen las tres sandías y un gran premio que nos da la vida o tres calaveras que nos hace perderlo todo; casa, amigos, dinero, hermanos, padre, madre…

 Se dice que perder a un hijo es lo peor que puede pasar, pero perder a aquella persona que te acariciaba cuando te recogía del colegio, te daba un beso y tu merienda y te ayudaba a colocarte la ropa de danza. Esa persona que sabías que invariablemente estaría ahí, queriéndote incondicionalmente, mirándote seriamente cuando la “liabas parda” o siendo cómplice en alguna broma, perder a esa persona, no debe ser plato de buen gusto.
 Un día se nubla el mundo y no sabes cómo esa persona comienza a marchitarse, te dice que todo va bien, intenta demostrar vitalidad reflejando un pequeño hilo de vida pero se apaga. Y a veces ni si quiera da tiempo a ello.

 Todo lo que fue, su olor, aquel que no quieres volver a olvidar pero que por desgracia, sabes que el tiempo hará mella, lo irá borrando sin que tú ni nadie podáis evitar. Ese aroma tan reconocible y necesario. Comida casera, mezclado con calorcito en invierno y sabanas secándose en los amaneceres frescos del verano.
 El calor de sus abrazos, sólo comparable (y ni si quiera) al de una abuela pero más intensos, sabiendo que esa intensidad al abrazarte era sin duda alguna signo inequívoco de que el vínculo que teníais es uno de los más grandes que pueden generar los seres humanos.
 Sus besos, que cuando eras pequeño te hacían sentir protegido. Curaban heridas y eliminaban dolores. Besos mágicos que solo esa persona sabía dar, no porque les enseñasen a ello, simplemente le sale así. Instinto.
 Sus regañinas, que con el tiempo, acabas dándote cuenta que simplemente quieren evitar dolores, errores, que esas personas han aprendido a base de tropezarse más de una vez en la misma piedra. Acompañadas de una mirada severa y a veces (según el caso) con un movimiento de mano, señalando con el dedo, sabías que engañarle era imposible. Esas regañinas y broncas, acabarás tratando de volver a vivirlas, sólo para recordar a esa persona.
 Cuántas cosas perdemos en un segundo sin apreciarlo. Cada minuto que pasa, es un minuto que se pierde y que si no se aprovecha o se invierte, te acabas arrepintiendo, especialmente cuando lo que pierdes, es la vida de alguien que dio la suya (en la mayoría de los casos) por ti, de una manera incondicional. Cuando pierdes a esa persona, a tu madre.


 Y quiero seguir disfrutando con la mía mucho tiempo.