Anoche soñé contigo.
Resulta raro soñar con esa persona que un día consigues borrar de tu mente sabiendo que, si bajas la guardia, recaerás.
No fue amoroso. No fue romántico, si quiera había aprecio. El sentimiento era sin más, lástima.
Mientras que te poseía en una realidad totalmente distinta, en la que tú eras tú y yo una parte bella de mi, sabía que esa sería la única vez que lo haría. Que te tendría en mis manos. Y sabía que el deseo no era por ti, era por mí.
Lo único que veía tuyo eran tus ojos cargados de una tristeza y un cansancio parecidos al de los ancianos pero en un cuerpo torneado, alto y de un tostado (que claramente era fruto del trabajo onírico).
Tú seguías oliendo a depresión y a dolor y a miedo y a rabia. Y yo únicamente seguía las pautas que precisaba para concluir temas que en el mundo “real” no había acabado de concluir ni entender.
Era un mundo subterráneo como el de Matrix (posiblemente fue algo de ti lo que hizo que tanta maquinaría me rodeara) pero era mucho más físico, más gris y con más fuego (muy caluroso) provocado posiblemente por mi imagen del mundo, sensual y por tanto cargada de dolor así como de otros sentimientos.
Yo recorría paredes circulares, no sabía si me encontraba en un acelerador de partículas, en una plaza de toros cubierta, o en los futuristas pasillos de un subterráneo centro comercial o incluso una ciudad (como ya he dicho, la ciudad real en donde vivían los que escapaban de Matrix) ¿Su nombre? No sé. Quizás no fuera un ciudadano de la misma y al usar tan poco su nombre (por quizás, alguna estúpida prohibición) lo habría olvidado, dejando paso en mi mente para pensamientos más importantes.
Lo que estaba claro era que era una ciudad monótona, donde la felicidad había sido absorbida por el tiempo, el dinero y el poder, algo tan característico de Momo que yo mismo lo recordaba en el sueño.
Andando llegué a ciertas habitaciones. Una de ellas podría haber pertenecido a alguien de una noble familia. Con blancas cortinas de seda que cubrían paredes sin ventanas. Claustrofobia.
A ti te encontré en unos cuartos de baño, como de centro comercial, pero más limpios. Esto probablemente recuerde lugares donde con anterioridad me he encontrado. Da igual para qué.
Allí nos saludamos. Mi interés, nulo, ya que llegue allí por casualidad buscando quién sabe qué, se notaba en mis gestos. Tu interés, nulo también, se atisbaba en tu tristeza. ¿Por qué estabas allí? La conversación, ni la recuerdo, sólo sé que no fue intensa y que posiblemente daría lugar a algún tipo de represalia mutua por atrevernos a hablarnos. Lo siguiente… sexo. La palabra más deseada y más tabú durante nuestra relación.
El fin, abrir los ojos con un sentimiento de desprecio, lastima e inferioridad.
Un sueño que no se hará realidad. Que quizás no quiera que se haga realidad. Que posiblemente no quiera volver a mentar. Que en mi fase REM trataba de solucionar hechos del pasado, que quedan como pequeños rastros de suciedad que ya no duelen pero que, de alguna forma siguen manchando mi vida diaria. Restos, sueños que voy limpiando y que al fin desparecen sin dejar rastro.
Un sueño. Simplemente.